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El gas natural de mayor calidad no implica mayores ingresos para los estacioneros. Una explicación técnica y económica de por qué los surtidores venden más energía pero facturan menos volumen.
El desarrollo del gas de esquisto en la Cuenca Neuquina transformó el mapa energético argentino, no solo por el incremento en los volúmenes de producción sino por la mejora sustancial en la calidad del gas que llega a los consumidores.
Este gas natural, extraído principalmente de Vaca Muerta, se caracteriza por un mayor poder calorífico, es decir, por liberar más energía al ser quemado. Si bien esto parece una buena noticia en términos de eficiencia energética, no todos los actores de la cadena del gas natural comprimido resultan beneficiados. En especial, las Estaciones de Servicio que despachan GNC empiezan a notar una paradoja técnica que impacta en su facturación.
Luis Navas, consultor y especialista energético, explica que el cambio en la calidad del gas tiene múltiples causas. Una de ellas es estructural: la expansión de la explotación no convencional. La otra es coyuntural: la salida transitoria de funcionamiento de la planta de TGS en General Cerri, ubicada cerca de Bahía Blanca, producto de las recientes inundaciones. Esta planta tiene la función de fraccionar el gas para obtener subproductos como etano, propano, butano y gasolina natural. Sin ese proceso, el gas llega al sistema de transporte y distribución con su composición original, es decir, con mayor contenido energético.
Esto se traduce en un aumento del poder calorífico, medido en kilocalorías por metro cúbico. Para comprender el impacto económico, es necesario adentrarse en las normas del ENARGAS. El organismo regulador define el “Metro Cúbico Equivalente” como la unidad de facturación, y lo calcula multiplicando el volumen consumido por el poder calorífico y dividiéndolo por una constante de referencia de 9.300 Kcal/m³. Así, cuando el gas tiene un poder calorífico superior al estándar, el volumen facturado también crece, aunque no haya habido más gas físico entregado.
Un ejemplo práctico lo deja en claro: si una estación consume 70.000 metros cúbicos con un poder calorífico de 10.000 Kcal/m³, la corrección lo lleva a una facturación equivalente a 75.268 metros cúbicos. Es decir, se factura más volumen que el realmente despachado. Pero el problema no está allí: el efecto inverso ocurre en los surtidores, que miden el gas comprimido en metros cúbicos físicos, no corregidos. Esto significa que están entregando más energía, pero no pueden reflejarlo en su venta directa al público, que sigue calculándose por volumen.
“Este mayor poder calorífico termina beneficiando al consumidor final, que carga más energía por el mismo volumen, pero no a las Estaciones de Servicio, que podrían estar teniendo mermas por no ajustar adecuadamente sus equipos”, advierte Navas en diálogo con surtidores.com.ar. El experto señala que los surtidores deberían incorporar ajustes técnicos para enmendar la medición según el factor de corrección publicado por las distribuidoras. Este índice varía mes a mes y se calcula en base a las características del gas que llega a cada zona.
En este contexto, Navas sostiene que resulta clave que las estaciones de GNC cuenten con regulaciones dinámicas en sus sistemas de medición, acordadas con los Servicios Técnicos habilitados. De no hacerlo, se corre el riesgo de que la lectura del surtidor no refleje la energía real entregada, generando pérdidas económicas difíciles de identificar. Además, se debe considerar que el gas natural cambia su densidad y comportamiento según su composición y la temperatura ambiente, lo que introduce otra variable a monitorear de manera constante.
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