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Una estación Shell en Rosario redefine el modelo tradicional de atención con formación estratégica, herramientas digitales y dinámicas participativas. El objetivo: elevar la experiencia laboral y comercial hacia un nuevo estándar.
En un sector donde la rutina ha sido históricamente la norma, una Estación de Servicio Shell en Rosario se convirtió en laboratorio de una transformación profunda. TANK, el nombre del establecimiento, decidió correr el foco de lo estrictamente operativo para mirar hacia adentro, al corazón humano de su negocio. El resultado: una propuesta de gestión que combina formación profesional, tecnología aplicada y dinámicas lúdicas, marcando una diferencia que ya se hace notar.
La iniciativa es impulsada por la consultora Laura Crespi, estratega de marketing y especialista en entrenamiento comercial, quien desde hace años trabaja en el desarrollo integral de equipos del rubro. Su propuesta apunta a romper la lógica repetitiva de tareas y jerarquías rígidas, para construir una experiencia de trabajo más rica, creativa y emocionalmente saludable. “El servicio no es solo técnico, es profundamente humano. Y si no trabajamos con las personas, ninguna innovación alcanza”, resume.
El primer paso fue poner en marcha un proceso de transformación cultural que aborde no solo las habilidades duras del personal, sino, sobre todo, sus competencias blandas: comunicación, empatía, iniciativa, liderazgo y adaptabilidad. “El objetivo no es solo que un colaborador despache bien, sino que se sienta parte, que entienda el propósito de lo que hace y se reconozca como protagonista del servicio”, explica Crespi.
A este proceso se le sumó un segundo componente: la tecnología. No como sustituto del trabajo humano, sino como aliada para hacerlo más eficiente y significativo. Desde herramientas digitales para organizar turnos y flujos de caja, hasta sistemas de fidelización que permiten conocer mejor a los clientes, la innovación se incorporó como un recurso liberador de tiempo y energía para tareas de mayor valor agregado.
Pero el sello distintivo del modelo TANK está en su dimensión lúdica. Actividades grupales, dinámicas participativas, juegos de roles y desafíos colaborativos fueron integrándose en la rutina diaria, generando espacios de aprendizaje distendido, cooperación espontánea y mayor motivación. En lugar de jornadas monótonas, los equipos viven experiencias que los conectan entre sí y con su tarea desde un lugar emocionalmente más pleno.
“La gente está cansada de sentirse solo un número. Cuando el trabajo se convierte en un espacio de crecimiento, la energía se transforma, y eso lo nota también el cliente”, señala Crespi. La frase condensa una convicción que atraviesa todo el enfoque: las personas felices trabajan mejor, atienden mejor y hacen crecer mejor cualquier negocio.
Esta experiencia deja tres grandes aprendizajes para el sector:
La apuesta de TANK es, en esencia, una apuesta por una gestión más humana. Donde cada trabajador se siente valorado, donde la tecnología simplifica en lugar de agobiar, y donde el juego se vuelve una herramienta poderosa para conectar, motivar y crear comunidad. Una revolución silenciosa pero firme, que bien podría marcar el rumbo de las estaciones del futuro.
Como concluye Crespi: “Al final del día, el verdadero diferencial no son los surtidores, sino la gente que los hace funcionar.”
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