Pese a la baja de petróleo
¿Qué sucederá con los valores de los combustibles durante este año electoral?; ¿Cuáles son las previsiones del Gobierno para evitar subas que provoquen el malestar social?; ¿Qué factores deberán tener en cuenta los estacioneros? Todas las respuestas en este completo análisis
Por Marcelo Saleme Murad*
Durante el año 2018 la economía argentina demostró nuevamente comportarse contra lo que sucede en el mundo. En especial, en lo que respecta al precio de los combustibles. En efecto, mientras que en el mundo el precio del petróleo bajó, en Argentina los combustibles subieron al público.
Mientras en Enero de 2018 un litro de nafta Premium de YPF costaba $23,57 a Diciembre del mismo año el precio era de $43,35 (datos para Capital Federal – Fuente: CECHA); es decir, una suba del ochenta y cuatro por ciento (84 por ciento).
El dólar, mientras tanto, en Enero de 2018 cotizaba a $19,93; mientras que en Diciembre cotizaba a $38,98 (promedio). Una suba del 95 por ciento.
Un simple cálculo entonces nos revela que a comienzos de año el litro de combustible costaba U$S 1,18; mientras que a fines del año pasado el litro registraba un precio de U$S 1,11. Casi estable.
Pero el precio del barril de petróleo bajó internacionalmente en el mismo período (según fuentes de OPEP, la caída en un año fue de más del 13 por ciento). ¿Por qué entonces no bajó en el mercado interno? Pues porque en Argentina se confirma el axioma aquél de “Todo precio que sube, nunca baja”. Dije anteriormente en éste prestigioso medio lo que considero sin dudas las causas más importantes de la suba de combustibles, y a ello me remito.
Ahora bien. La expectativa inflacionaria para éste año 2019, según las proyecciones iniciales de algunos especialistas, es del 25 por ciento anual. El FMI por su parte, apunta a una inflación del 20 por ciento anual (como meta), pero una suba del tipo de cambio del 2 mensual. Si trasladamos esto a inflación (“Pass Through”) nos daría una tasa de aproximadamente el 30 por ciento anual. Eso, dicen, debe acompañar la evolución del tipo de cambio. Con lo cual, entonces, si tomamos la tasa más alta proyectada, el litro de combustible a fin de año debería estar a un precio público de $56,35; pero entiendo que incluso va a superar ésa marca exclusivamente por múltiples factores internos. No existen actualmente previsiones sobre una suba del precio internacional del petróleo pues, según estimaciones de la propia OPEP, se observaría una desaceleración de la demanda mundial de energía para éste año; salvo algún hecho grave a nivel internacional (una guerra, por ejemplo).
El Gobierno tratará de conseguir la meta inflacionaria únicamente mediante una política monetaria restrictiva. Es decir: faltarán pesos y se enfriará aún más la economía; por lo que se está pronosticando también una caída en el del 1,6 por ciento del PBI. En éste tan difícil equilibrio, alternamos nuevamente ciclos de inflación con ciclos de recesión, cuando no los dos al mismo tiempo (estanflación).
Desde el sector habrá que prestar atención a varios factores. Primero: los costos laborales. Las paritarias se negociarán con aumentos considerables, y habrá que estar atento a ellas. Segundo: los costos impositivos. Recordar que el nuevo impuesto sobre los combustibles se calcula sobre inflación; por lo cual, aún con un dólar “planchado” por debajo de la inflación, el impuesto seguirá aumentando y con él, el precio al público. Ingresos Brutos y Ganancias se calculan sobre facturación, con lo cual el efecto es que se pague más aún ganando menos (por pérdida de valor adquisitivo de la moneda). Así entonces, el equilibrio que pueda conseguir el Gobierno entre inflación y tipo de cambio será fundamental en la actividad: con un dólar planchado artificialmente, los costos suben en dólares, pero no dejan de subir; es decir: se corre el serio riesgo de tener inflación en dólares, a tasas argentinas. Tercero: los costos varios de la explotación, como por ejemplo, la financiación con tarjetas de crédito, que implican un costo financiero para la estación de servicio. Cuarto: la falta de crédito para las empresas. Con las tasas al 60 por ciento anual, el crédito bancario es inaccesible; por lo cual, habrá que afrontar las mejoras que exijan las petroleras con recursos propios; lo que restringirá la disponibilidad de fondos e incidirá directamente en las ganancias del ejercicio. Por lo cual, no debería cederse ante presiones que pretendan bajar comisiones o márgenes (según si son consignados o venta tradicional); ya que la rentabilidad no tenderá a subir como para negociar menores ganancias.
Con todo ello, aunque en 2019 el precio del combustible subirá al público (estimo que bastante más que el 25 por ciento que se augura en algunos cálculos previos), es muy probable que ello no refleje mejora alguna en la rentabilidad de las estaciones; dependiendo casi absolutamente de las políticas gubernamentales más que de la acción que puedan tomar los empresarios para contrarrestar los factores externos.
Esto dicho en Enero de 2019 puede ser un cálculo equivocado, pues se hace en Argentina, que es un país totalmente imprevisible. Recordemos que las proyecciones inflacionarias oficiales para el 2018 eran del 15 por ciento… Así entonces, ninguna proyección anual es totalmente confiable en nuestro país.
Sólo un buen plan económico (que hasta ahora no se ha mostrado) podrá darnos alguna certeza, y, claro está, depende también del resultado electoral. Un retorno al esquema político anterior seguramente disparará las variables a niveles caóticos; mientras que la reelección de la actual fuerza gobernante seguirá manteniendo vivas las presentes incertidumbres.
*Marcelo Saleme Murad
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