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La reciente comunicación del presidente de la petrolera fue recibida con cautela por el sector de las Estaciones de Servicio, que advierte que el impacto real sobre el consumo será limitado y en algunos casos, apenas perceptible
En medio de la cautela sobre la reactivación económica, el precio de los combustibles volvió a instalarse en el centro del debate público. Cada movimiento en las pizarras de YPF suele generar expectativas inmediatas tanto en los consumidores como en los actores de la cadena energética, en especial en las Estaciones de Servicio, que funcionan como el último eslabón visible de una estructura de costos mucho más compleja.
Sin embargo, puertas adentro del sector estacionero prevalece una lectura técnica y prudente. Los operadores advierten que las variaciones anunciadas, lejos de representar un cambio de tendencia, deben analizarse en función de múltiples factores macroeconómicos y regulatorios que siguen condicionando el negocio y limitan el impacto real de cualquier ajuste marginal en los precios al público.

En diálogo con Surtidores, el presidente de FAENI, Alberto Boz, explicó que el valor en surtidor no depende de un solo factor. Entre los componentes que continúan en alza mencionó la cotización del dólar oficial -que “lentamente, pero va subiendo”- y el fuerte incremento del BIO10 y del bioetanol en los últimos meses. Como contrapartida, reconoció la baja del barril de crudo, aunque aclaró que ese alivio no compensa completamente el resto de las variables.
El dirigente de Santa Fe también puso el foco en la carga impositiva que debía comenzar a regir el 1° de diciembre y que fue postergada al 1° de enero, con la posibilidad de nuevas prórrogas. Ese componente, señaló, tendría un impacto cercano al 3 por ciento en el precio final. Aun considerando la evolución reciente de todos estos factores, el dirigente estimó que persiste un atraso de alrededor del 5 por ciento en los valores al público.
Desde la óptica del consumo, el titular de FAENI fue claro: una baja cercana al 2 por ciento difícilmente genere un salto significativo en la demanda. “El combustible tiene un movimiento bastante inelástico. Nadie consume por consumir, sino porque lo necesita para movilizarse, para transportar bienes o prestar servicios”, explicó. En ese sentido, anticipó que el eventual repunte hacia fin de año responderá más a razones estacionales ligadas al movimiento turístico, que a una cuestión de precios.
Otro punto señalado por el sector es la falta de precisión en los anuncios. Según describen los estacioneros, se habla de subas y bajas en distintos productos, pero sin detallar cuáles ni cómo impactarán en cada región del país. “Todo se comunica a nivel nacional, pero después depende de la zona: en Buenos Aires puede tocar una cosa y en el interior otra”, deslizan, al tiempo que coinciden en que el efecto neto “no mueve la aguja”.
Desde el Norte de la Argentina, la mirada es todavía más estructural. Sebastián Vargiu, presidente de la Cámara de estacioneros de Tucumán, recordó que en los últimos ocho años los precios de los combustibles se actualizaron un 35 por ciento por debajo del IPC, que es el principal rector de los costos del sector. “Nuestra rentabilidad se ve enormemente afectada, con una demanda que no despierta y con desafíos de inversión cada vez más complejos en infraestructura y mantenimiento”, afirmó. Y subrayó: “No somos formadores de precios; los establecen las petroleras según su estructura”.

En ese marco, el expendedor remarcó que YPF viene aplicando variaciones diarias, con subas y bajas, siguiendo la evolución de la oferta y la demanda. De hecho, especialistas del sector energético coincidían en que una baja era esperable, teniendo en cuenta la trayectoria del crudo internacional.
El propio antecedente de la petrolera estatal refuerza esa lectura. El 30 de septiembre de 2024, su presidente había afirmado: “Si el precio del crudo internacional sube, el precio de los combustibles localmente va a subir. Si el precio baja, vamos a bajar”. Desde entonces, el barril cayó alrededor de un 15 por ciento, mientras que el valor al público de la nafta súper se mantuvo prácticamente estable, en torno a los 1,1 dólares por litro.
Con estos números sobre la mesa, los estacioneros insisten en que la discusión no pasa por anuncios puntuales sino por la consistencia de las variables que componen el precio. Y concluyen que, más allá de los titulares, una baja acotada y heterogénea difícilmente sea el disparador de una recuperación sostenida del consumo.
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