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Mientras crece el debate sobre su implementación, el exsubsecretario de Hidrocarburos Alberto Fiandesio, analizó pros y contras de la modalidad.
El decreto que se publicará en los próximos días y que dará paso a la flexibilización de las normas de venta de naftas y gasoil en Estaciones de Servicio genera expectativas entre los actores del rubro.
En ese aspecto, quienes defienden la llegada de este cambio, coinciden en que el desafío pasará por implementar un modelo que combine innovación, seguridad y sostenibilidad laboral, un reto que el sector deberá abordar con una visión estratégica y de largo plazo.

Los expertos observaron en reiteradas oportunidades que el punto no debe enfocarse en eliminar personal, sino en redefinir sus roles. “La supervisión de trabajadores capacitados es fundamental, no solo por cuestiones de seguridad, sino también para mantener la calidad del servicio”, expresó Alberto Fiandesio, exsubsecretario de Hidrocarburos, quien brindó un análisis histórico y técnico sobre el tema, con la experiencia propia de que en su período de servicio al Estado Nacional, hubo casos puntuales de autoservicio en expendedoras de combustibles de Buenos Aires.
“A fines de los años 90, cuando se liberó el mercado minorista de combustibles, también se habló mucho sobre el autoservicio en las estaciones. Incluso se discutió la posibilidad de instalarlas en supermercados o estacionamientos. Sin embargo, comercialmente no funcionó y finalmente la iniciativa quedó descartada”, recordó el actual consultor energético, marcando que las primeras prácticas previas dejaron lecciones importantes.
El especialista dejó en claro que, aunque el autoservicio puede ser una operación sencilla para los combustibles líquidos, la presencia de trabajadores es imprescindible para garantizar las normas básicas de seguridad.
“No se puede permitir que alguien cargue combustible con un cigarrillo en la boca o que se realicen maniobras que pongan en riesgo a las personas y las instalaciones. Estas situaciones requieren supervisión constante, más allá de los carteles de prevención”, enfatizó en diálogo con surtidores.com.ar.
Fiandesio subrayó que, además de la supervisión en temas de seguridad, los trabajadores cumplen funciones esenciales como la orientación a los consumidores, la oferta de lubricantes y otros servicios comerciales, aspectos que pueden potenciar la experiencia del cliente y generar valor agregado.
En su análisis, el exfuncionario hizo una clara distinción entre los combustibles líquidos y el GNC. Mientras que la operación de carga de líquidos podría realizarse bajo la modalidad de autoservicio con personal de supervisión, el gas natural comprimido requiere un manejo más especializado. “En el caso del GNC, los riesgos asociados a la presión y las normativas específicas hacen indispensable que la operación siga realizándose como hasta ahora, con personal calificado”, explicó.

También recordó ejemplos de Estaciones de Servicio que implementaron el “self service” a fines del siglo XX, como una Shell ubicada en Caballito sobre una esquina de la Avenida Rivadavia y una ESSO en Avenida La Plata y Juan Bautista Alberdi, ambas de la Ciudad de Buenos Aires. “En esas estaciones, la atención nocturna era mínima o nula. Sin embargo, quedó demostrado que la falta de supervisión genera riesgos difíciles de soslayar”, destacó.
“El autoservicio es posible, pero requiere un equilibrio entre tecnología y supervisión humana. Las estaciones no pueden quedar vacías de gente, ya que el factor humano sigue siendo clave para garantizar la seguridad y mejorar la experiencia del cliente”, concluyó Fiandesio.
El sistema autoservicio de combustibles líquidos comenzó a probarse en el mercado en 1984, en ese momento llegaban a Argentina los primeros surtidores “electrónicos”. El sistema nunca dependió exclusivamente de los clientes en aquel momento se sumo a la plantilla de empleados de las estaciones una categoría que llamamos “operario de consola” este empleado tenia visión clara de todos los surtidores y habilitaba el surtidor para su despacho si las condiciones de seguridad estaban dadas, además tenia un sistema intercomunicador entre la consola y el surtidor. Por otra parte en la playa de carga siempre había un empleado disponible para ayudar al cliente en la carga, agregar lubricante si era requerido y/o limpiar un parabrisas. En los años 90 con mas tecnología se incorporaron surtidores “inteligentes (de aquella época)” el cliente podía pagar con un llavero electrónico que estaba vinculado con su tarjeta de crédito, en las estaciones que se probó eran islas adicionales por lo tanto había servicio asistido si el cliente lo prefería. Bahía Blanca fue una de las ciudades que en 1984 tenía 3 estaciones autoservicio.
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