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Desde que asumió su mandato en 2007 al presente los precios de los combustibles al público treparon 470 por ciento en promedio; sin embargo el que sufrió el aumento más significativo fue el gasoil, empleado mayormente por el campo y la actividad industrial.
El mercado de los combustibles fue quizás uno de los más fidedignos indicadores de la vacilante gestión energética del Gobierno de Cristina Kirchner. Durante estos ocho años los precios sufrieron aumentos, descensos, regulaciones y congelamientos; un combo histérico que provocó cierres de cientos de estaciones de servicio y la pérdida de miles de puestos de trabajo.
Desde que asumió su mandato en 2007 al presente los valores de los combustibles al público treparon 470 por ciento en promedio. El ajuste más fuerte se produjo durante la última presidencia, y si bien fue uno de los motivos que explicaron la expropiación de las acciones que hasta entonces Repsol tenía en YPF, la marcha de los precios no se detuvo nunca a excepción de los meses que Guillermo Moreno decidía su intervención.
Las correcciones no fueron uniformes, el producto que sufrió el aumento más significativo fue el gasoil Grado 2, empleado mayormente por el campo y la actividad industrial. Desde diciembre de 2007 hasta hoy, la cotización del combustible trepó 512 por ciento, en tanto que la variedad Grado 3 lo hizo en 420. En el caso de las naftas, la evolución fue del 476 por ciento.
Esta decisión estratégica, motivada en reducir el déficit que provoca su importación y a la vez comercializar otro derivado de mayores prestaciones y que ofrece más rentabilidad, desplomó el consumo de diésel al nivel más bajo de los últimos años. Hay otro dato no menos importante para explicar porque decayó su preferencia: la brecha que lo separaba de la nafta era del 17 por ciento, mientras que hoy se redujo al 10.
El gasoil fue también el producto que más padeció la escasez y a la vez el que provocó las reacciones más exasperadas. Todos los sectores económicos alzaron su voz para protestar por los faltantes que se sucedieron con fuerza año tras año hasta que la nacionalización de YPF trajo paz a los surtidores.
Para el ex Subsecretario de Combustibles de la Nación, Alberto Fiandesio, el coeficiente de regresión entre el precio del gasoil y la evolución del PBI es, normalmente cercano a 1. Esto quiere decir que, si el PBI sube, en un año, el 4 por ciento, es de esperar que la venta de gasoil se comporte en ese entorno.
Sin embargo la realidad indica un escenario bien distinto: “hay algún tipo de análisis privado que indica que el PBI caería durante el 2015 el 3,9 por ciento; ahí puede encontrarse una explicación sobre la regresión del consumo”, puntualizó.
En ese sentido señaló con ironía que si bien las estadísticas oficiales del INDEC podrían dibujar un panorama alentador de la economía, “a través del gasoil, se puede conocer la verdad”.
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