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El presidente de YPF, Horacio Marín, destacó que la compañía controla más del 60 por ciento del market share en el negocio de productos refinados. La noticia reabrió el debate sobre el impacto de su participación y si se trata de un fenómeno aislado o una tendencia que se repite en otros países productores.
En el mercado de los combustibles, el market share mide qué porcentaje de las ventas de productos controla una empresa respecto al total nacional. Este indicador es clave para evaluar la competencia en un sector estratégico para cualquier economía, ya que un nivel de concentración alto puede implicar ventajas de escala, pero también riesgos de abuso de posición dominante o distorsiones de precios.
En la Argentina, la posición de YPF como principal refinadora y comercializadora de combustibles fue históricamente relevante. Desde su renacionalización en 2012, la compañía estatal pasó a jugar un rol central en el abastecimiento del país, con la misión de garantizar precios estables y disponibilidad de combustibles, pero su peso en el mercado también despertó cuestionamientos sobre los efectos que esa dominancia puede generar sobre el resto de los operadores privados y los consumidores.

“Que YPF tenga el 60 del mercado de refinación y comercialización no es un dato menor”, afirmó el exsubsecretario de Hidrocarburos Alberto Fiandesio en diálogo con surtidores.com.ar. “Es una participación dominante que, por un lado, le da capacidad para sostener inversiones en refinación y garantizar el abastecimiento interno, pero por el otro puede limitar la competencia y la innovación si no hay reglas claras que promuevan un mercado sano”, advirtió.
El analista explicó que, según datos comparativos de varios países, “este nivel de concentración no es inusual en economías con fuerte presencia estatal en el sector energético”. En la región, empresas como Petrobras en Brasil (96 por ciento de participación) o Pemex en México (95 por ciento) concentran prácticamente todo el mercado de derivados. A nivel mundial, países como Venezuela, Irán, Arabia Saudita y Argelia muestran monopolios estatales con el 100 por ciento del control de las refinerías y la comercialización.
En este punto, el especialista subrayó la importancia de diferenciar entre una posición dominante ejercida por una empresa estatal —como es el caso de YPF, donde el Estado es accionista mayoritario— y la concentración en manos de empresas privadas. “Cuando la mayoría del mercado está en manos de una empresa estatal, existe el riesgo de que, ante un cambio político, esa compañía se convierta en un instrumento para intervenir los precios por razones que responden más a necesidades electorales que a la lógica de mercado. Eso puede generar distorsiones que afectan a competidores y consumidores”, explicó.

En cambio, según Fiandesio, “en el caso de un monopolio privado, si bien también representa un riesgo, el Estado tiene la posibilidad de aplicar regulaciones más focalizadas para controlar a un solo jugador que sigue —al menos en principio— las reglas del mercado. Es más sencillo controlar el accionar de un monopolio privado que intentar vigilar la colusión entre cuatro o cinco empresas grandes que, sumadas, dominan casi todo el mercado. Esa fragmentación oligopólica puede ser más difícil de auditar y sancionar”.
Consultado sobre si el alto market share de YPF es positivo, el entrevistado señaló que “es bueno en el sentido de que asegura inversiones a largo plazo en un país donde los privados suelen ser más reticentes a poner capital en infraestructura de refinación. Pero también es necesario que existan incentivos para que otras compañías participen y se desarrollen, evitando un monopolio de hecho que pueda perjudicar a consumidores y PyMEs distribuidoras”.
Finalmente, remarcó que “la clave es el equilibrio: ni un mercado hiperfragmentado donde nadie invierte, ni un monopolio cerrado que desaliente la eficiencia. En este punto, Argentina debería mirar experiencias de mercados mixtos como Francia o India, donde hay empresas estatales fuertes pero también operadores privados con una participación relevante”.
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