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A partir del 16 de diciembre, cuando el Gobierno decidió levantar el cepo que pesaba sobre el mercado cambiario y liberar el precio del dólar a los arbitrios de la oferta y la demanda, nuestro país cambió de posición en el ránking mundial.
El 16 de diciembre, el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, anunció el fin del cepo y la liberación cambiaria, que implicó dejar flotar el dólar a los designios de las leyes de la oferta y la demanda. La decisión provocó el reacomodamiento de la moneda extranjera en un valor único, que en la práctica representó una devaluación del peso cercana al 40 por ciento.
Esta medida trastocó el posicionamiento de nuestro país en el concierto mundial de precios de combustibles. Hace tan solo dos meses atrás, Argentina se consolidaba al tope entre los más caros del planeta, a la par de Suiza, Francia, España o Italia; en tanto que en la región pasaba a ocupar el primer lugar.
Sin embargo, la decisión del Gobierno de Mauricio Macri provocó la abrupta caída a mitad de tabla, exactamente al puesto 87. Actualmente, según el sitio especializado Globalpetrolprices.com, la cotización de las naftas –de 1.01 dólares por litro- es comparable con lo que sucede en Estonia, Armenia o Mozambique.
Entre los países vecinos, Argentina ya se sitúa por debajo de Uruguay y Chile, a pesar de que estos descendieron en su valoración imitando la caída del barril de crudo. Muy cerca están Paraguay y Perú; Brasil en tanto, se estaciona un escalón por debajo de estos.
Este escenario, se descuenta, podría cambiar en el corto plazo una vez que se redefinan los acuerdos entre las provincias productoras de petróleo y las empresas en pos de mantener la actividad. Es de esperar que las pizarras de las estaciones de servicio se vuelvan a modificar, no por ahora al compás de la escalada del dólar oficial, pero si en parte.
Al respecto, el ex Diputado nacional, Claudio Lozano puntualizó que “esta situación regresiva debe modificarse a través de instrumentos de intervención pública sobre el mercado, de forma tal que los continuos aumentos de precios en los combustibles líquidos, decididos en forma compulsiva por un sector concentrado de la actividad hidrocarburífera, no se transformen en la permanente variable de ajuste sobre los bolsillos de los contribuyentes y sobre el sector público en general, que sigue subsidiando, por diversas vías, el funcionamiento rentístico del mercado de los hidrocarburos”.
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