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El gobierno permitirá a las empresas petroleras soportar un congelamiento de los precios en surtidor a través de la baja de retenciones. Pero las Estaciones de Servicio no correrán la misma suerte.
Por: MARCELO A. SALEME MURAD (*)
En estos días de reacomodamiento de lobbys sindicales, empresarios e individuales, de presiones políticas y económicas, de presencia colectiva, es evidente que las pequeñas y medianas empresas como las Estaciones de Servicio son las que llevan la peor parte de la historia.
Más allá de algunas pocas buenas noticias (como la moratoria impositiva que se promete), el sector aparece muy amenazado, y las cámaras y asociaciones empresarias deben estar más alertas y presentes que nunca.
Por una parte, la caída de la economía y del consumo atentan contra la sostenibilidad de las fuentes de trabajo. La pérdida de poder adquisitivo del consumidor es muy evidente, así como una altísima inflación acompañada de la recesión que venimos sufriendo en los últimos años, no prometen nada bueno.
Por otro lado, el aumento considerable de la presión impositiva por el nuevo Gobierno hacia los sectores medios y bajos de la población es absolutamente errado, y resulta evidente que ya no hay de dónde obtener fondos para pagar los desaguisados de los últimos 20 años; y ningún político va a tomar las medidas de fondo: achicar el gasto y el Estado.
Las PyMes de todos los sectores, los individuos que producen y aportan, e incluso cualquier individuo que pretenda disfrutar de unas vacaciones, sufren el embate del saqueo fiscal. Nada nuevo. El sistema jubilatorio, talón de Aquiles generado básicamente por la inclusión de millones de beneficiarios, requiere incluso la rebaja de haberes de otros. “Solidaridad” le llaman ahora; pero es muy evidente que el sector político y el Estado insaciable que tenemos no pagará ningún ajuste ni es solidario. Reconozcamos que la actual situación no es culpa de Alberto Fernández sino de una decadencia endémica y, tal vez, incurable. Pero evidentemente la responsabilidad de ésa decadencia es exclusivamente del sector político nacional, que provocó la catástrofe llamada Argentina; todos ellos sin excepciones.
Dijo alguna vez Abraham Maslow: “Si la única herramienta que se tiene es un martillo, a todos los problemas tenderá a vérselos como un clavo”. Y aquí, la única herramienta que el Gobierno tiene en mente es subir los impuestos “a como dé lugar”. Por lo cual, todos los Gobiernos suben los impuestos como única “solución” al problema Argentino. Pretenden curar al enfermo con veneno. Error tras error que llevan al empobrecimiento colectivo.
Mientras tanto, el sector petrolero ha asegurado su rentabilidad. Así, las empresas petroleras, a cambio de mantener las inversiones en Vaca Muerta (lo cual es fundamental para el país) ha conseguido la promesa de una baja de retenciones del 12 por ciento (o 15) al 8; y si bien hará una contribución, está muy lejos de la que hace el campo o los demás sectores de la economía. Ello le permitirá a las empresas productoras soportar el congelamiento de los precios en surtidor que se anuncia por el Gobierno; por lo menos por seis meses. Lejos de criticar al sector de las petroleras, vaya nuestra más sincera felicitación. Tendrá divisas, ya que exporta; y la diferencia de cambio le permitirá una ganancia más que suficiente para afrontar los vaivenes de la pésima política interna del país, cada vez más colectivista y centralmente planificada y reñida absolutamente con los valores de la democracia y la república.
Pero las Estaciones de Servicio no corren la misma suerte. Un congelamiento del precio en surtidor no la librará de afrontar el aumento de salarios –que se anuncia se harán por decreto-, y costos; la mayor presión fiscal, la inflación, y la caída del consumo. ¿Y cómo se compensarán?
La única respuesta posible es: austeridad total. Y presencia frente al Gobierno y frente a los organismos del Estado. Hoy el asalariado peleará justamente por subsistir; y el empresario también debe hacerlo. Los proveedores (la mayoría PyMes) también pelearán por lo suyo. El adversario común es el Estado; que se lleva la rentabilidad de las empresas (y hasta el capital), y castiga al asalariado con una inflación desbocada; y al jubilado con una quita de haberes para pagar a quienes nunca aportaron. La oferta, la producción y el consumo están absolutamente desalentados. El asalariado no es el adversario, al contrario, es un aliado y sufre absolutamente la situación. El asalariado es también un consumidor. Más allá de lo cuestionable de la “doble indemnización” (situación que no soluciona nada y ya ha existido antes), las estaciones deben evitar la conflictividad laboral a toda costa. No hay lugar para gastos extraordinarios y, salvo casos extremos, toda solución al conflicto laboral debe ser consensuada y negociada.
Así, frente a una política estatal descarriada totalmente, la única defensa es la unión. Los desafíos de éste año serán mayúsculos, y hay que empezar a trabajar ya mismo.
No es momento de fijarse en el dólar, pues el ahorro en moneda seria está castigado. Por lo tanto, no es momento de comparar momentos históricos. Es momento de analizar seriamente la viabilidad de la empresa hoy y de cara al futuro; puesto que es difícil sobrevivir.
En el frente fiscal la moratoria permitirá un serio alivio para aquellos que vienen arrastrando pasivos. Pero no hay solución real, es sólo un recreo; puesto que los mismos impuestos y alícuotas que generaron el problema no sólo siguen vivos, sino que han aumentado. De todos modos, sirve; y así lo hemos dicho en notas periodísticas en otros medios.
Requerir urgente la quita total de contribuciones patronales al sistema jubilatorio (como se promete desde el Gobierno para algunos casos) es algo esencial. Cada punto porcentual que se consiga, será vital. Pues está visto que los recursos de la seguridad social nunca han ido al jubilado, sino a las arcas de un Estado quebrado.
Tasas diferenciales para Ingresos Brutos, ahora que se abandonó el Pacto Fiscal (pero increíblemente se sigue con la Ley de Coparticipación Federal), es algo que requieren ya mismo la atención de las Cámaras y la actuación frente a los Gobiernos provinciales; puesto que la presión fiscal de las provincias será mayor. El Gobierno Nacional ha liberado de todo compromiso a las Provincias, y nada hace pensar que serán prudentes al momento de cobrar impuestos (o pretenderlos).
Habrá que estar sumamente atentos a las comisiones, plazos de acreditación y costos financieros, ya que son fuente de dolores de cabeza.
Estas líneas no son una declaración política ni ideológica, por el contrario, son un brevísimo panorama objetivo de la situación. No hablamos de cómo debería ser, hablamos de cómo es.
Por tanto se impone no desdeñar el valor de la unión. Las medidas en conjunto pueden ser efectivas. Este es un momento en el que cada jugador (sector) pelea por su porción, lugar lamentable en el que nos coloca un Estado que no deja crecer la “torta” (o sea, un Estado que asfixia a la economía).
Dentro de la ley y las reglas democráticas del juego político y económico, las Estaciones de Servicio tienen mucho por decir.
(*) Marcelo Saleme Murad
Abogado y Escribano
Su especialidad es el asesoramiento societario, tributario, financiero y bancario, así como los contratos comerciales y la compraventa y reorganización de empresas. Saleme Murad es uno de los primeros doctrinarios argentinos en ocuparse del comercio electrónico, la banca electrónica, la firma digital y la transmisión electrónica de datos.
Fue asesor de CECHA y FECRA, compañías petroleras y de múltiples empresas dedicadas al expendio de combustibles.
Es Socio Fundador de la Fundación para el Estudio de la Empresa, de la Academia Nacional de Derecho, Córdoba.
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