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Con más de tres meses de precios congelados, los valores de la nafta y el gasoil quedaron ampliamente retrasados en comparación con las principales variables económicas, entre ellas los salarios.
Cuando Alberto Fernández asumió al cargo de presidente de la Nación, el litro de nafta de nafta en una Estación de Servicio YPF de la Ciudad de Buenos Aires costaba $53.34. Hoy, 20 meses después, el mismo producto se paga en el surtidor $90.40, es decir 69.47 por ciento más.
Durante el mismo período, el Índice de Precios al Consumidor escaló 81 por ciento, 11.5 puntos por encima de los combustibles. Y si se lo compara con la evolución de los salarios de los empleados del sector, que en este lapso treparon 87 por ciento, la brecha se amplía al 17.50 por ciento.
Incluso, muchos costos operativos de la actividad aumentaron muy por encima de las variables citadas, especialmente aquellos afectados por las fluctuaciones del dólar, que a pesar de la estabilidad de la cotización oficial, resultan sensibles ante los saltos que pega la moneda en el mercado marginal.
El retraso perjudica inevitablemente la rentabilidad de las Estaciones de Servicio, ya de por si golpeadas por los efectos de la crisis sanitaria. Y de continuar hasta diciembre, como afirmaron referentes petroleros, pondría en riesgo la continuidad de muchos de los 4800 establecimientos que operan en el país
“Este congelamiento virtual no lo vemos beneficioso para toda la industria, porque no solo afecta a las Estaciones de Servicio, sino a la perforación de pozos nuevos para el autoabastecimiento que queremos como argentinos”, advirtió recientemente el presidente de CECHA, Gabriel Bornoroni, en una entrevista periodística.
¿Por qué influye de manera determinante el precio final en la economía de las expendedoras? El especialista y consultor, Cristian Bergmman analiza que la rentabilidad del sector está atada “directamente” a esta variable. “De los costos de una estación el 70 por ciento son sueldos y el 30 restante se diversifica en al menos 85 rubros más; todos sin excepción se ajustan por el índice del costo de vida”, asegura.
“De cada litro de combustible que se vende en la Estación de Servicio, el 55 por ciento corresponde al costo del producto, el 35 a impuestos (fijos y variables), el 5 a sueldos, el 3 a gastos operativos y el 2 por ciento restante a la utilidad bruta”, explica Bergmann a surtidores.com.ar. “Con los precios frenados la inflación esmerila inevitablemente el margen del estacionero”, sostiene.
A este escenario se le agrega que – a pesar de que las pizarras no se actualizan – las ventas están en baja. “Congelamiento y bajo volumen son una combinación letal para la actividad”, advierte.
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