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Para los especialistas, la relación entre ambos productos nunca tuvo una lógica determinada. Afirman que es una cuestión comercial y que las compañías definen en función de la demanda, la competencia y el comportamiento de los consumidores.
La dinámica de los precios de los combustibles en Argentina suele estar marcada por los aumentos sucesivos aplicados por las petroleras, pero también por un factor que no siempre recibe la atención suficiente: la brecha entre la nafta Súper y la Premium. En 2025, a pesar de la escalada de valores en el surtidor, esa diferencia porcentual muestra una tendencia descendente y se ubica en torno al 20,6 por ciento promedio, el nivel más bajo de los últimos seis años, aunque todavía por encima de los registros históricos de 2020 a 2023.
Los datos surgen de un relevamiento realizado a partir de los precios publicados oficialmente. En 2020, la brecha promedio anual fue de 19,9 por ciento; en 2021, de 19,95 por ciento; en 2022, de 20,5 por ciento; en 2023, de 20,9 por ciento; y en 2024 saltó a 23,5 por ciento. El promedio de 2025 hasta septiembre se ubica por debajo de ese pico, mostrando una moderación en la política de precios relativos entre ambos combustibles.

La caída de la disparidad resulta llamativa porque se da en paralelo a una política de ajustes, tanto en la nafta Súper como en la Premium. Sin embargo, los especialistas advierten que esta diferencia no responde a un cálculo técnico, sino más bien a una estrategia de posicionamiento de mercado. “La relación de precios entre la Premium y la Súper nunca tuvo una lógica determinada. Es una cuestión comercial, que las compañías definen en función de la demanda, la competencia y el comportamiento de los consumidores”, explicaron analistas del sector energético.
En la práctica, esta reducción relativa en la brecha implica que llenar el tanque con nafta Premium es hoy menos oneroso en comparación con años anteriores. Para los automovilistas de segmentos medios y altos, que optan por combustibles de mayor octanaje buscando mejor rendimiento y cuidado del motor, la diferencia de costo respecto a la Súper resulta algo más accesible.
Desde las Estaciones de Servicio, el fenómeno se observa con cierta cautela. El consumo de Premium representa históricamente entre el 20 por ciento y el 25 por ciento de las ventas de naftas, aunque con fuertes variaciones regionales. En grandes centros urbanos, donde se concentra el parque automotor de gama media y alta, su participación es mayor, mientras que en el interior del país el peso de la Súper sigue siendo dominante. La reducción de la brecha, explican los operadores, podría incentivar un leve repunte en el consumo de Premium, aunque advierten que los aumentos generales de combustibles limitan cualquier cambio de tendencia drástico.

Lo que sí deja en claro la evolución de la diferencia entre ambos productos es que no hay una regla uniforme ni previsible. El salto de 2024 hacia niveles superiores al 23 por ciento mostró cómo las compañías pueden ampliar la distancia en contextos de tensión económica, mientras que en 2025 se observa un retroceso hacia niveles más moderados. En ese sentido, la evolución futura dependerá tanto de las decisiones empresariales como de la política energética del Gobierno, que busca estabilizar los precios relativos en un escenario de inflación más controlada.
Para los analistas, la lectura final es que la Premium funciona como un producto de posicionamiento más que como un insumo de consumo masivo. Su precio relativo frente a la Súper se mueve al ritmo de las estrategias comerciales y no necesariamente en relación directa con costos productivos. “La brecha puede ampliarse o reducirse en cualquier momento. No responde a la lógica de la inflación ni a un esquema de costos, sino a decisiones de mercado”, concluyeron.
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