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Guardan el dinero que pagan los clientes por la carga de combustible en buzones, recaudo que reconocen logró bajar el delito. De todas maneras, continúan los asaltos por las condiciones de comercio: aunque poco necesitan tener liquidez. En las grandes ciudades es donde más cuesta resolver el problema
La inseguridad es uno de los temas que más preocupa a los gremios que representan a los empleados de las bocas de expendio pero también a los dueños de los locales. Cada vez que se acerca una moto al surtidor, los playeros admiten que sienten miedo porque saben que este medio de transporte es el más elegido para concretar los asaltos. Lo alarmante es la violencia con que se están produciendo, en algunos casos incluso con toma de rehenes.
Para darle batalla a este flagelo, los operadores se dieron cuenta que era imprescindible sacar el efectivo de las billeteras del personal. Por eso implementaron distintos sistemas de resguardo de valor, siendo uno de ellos la utilización de buzones herméticos. Al reunir una determinada suma de dinero, establecida por el administrador de la estación, los empleados la depositan en las cajas protegidas.
Luis Malchioldi, presidente de la Federación de Expendedores de Combustible y Afines de la provincia de Buenos Aires (FECOBA) explica que este mecanismo de prevención arrojó resultados positivos en su momento, pero aclara que así y todo actualmente en la Provincia de Buenos Aires se producen aproximadamente tres robos por día. “El 99 por ciento de las estaciones guardan la plata en los buzones”, sostuvo.
“En general el objeto de esta medida es que no haya casi nada de circulante en el negocio, entonces el robo queda desestimado; el ladrón no vuelve más porque sabe que no hay circulante”, explica. Sin embargo, aún no se encontraron respuestas en el manejo de los mini mercados. Malchioldi señala que “se genera una recaudación y sí o sí hay que tener cambio porque las compras son chicas”.
Por lo que ve en Buenos Aires, el delito – y la violencia – se produce con mayor frecuencia en las grandes ciudades, sobre todo en los comercios que están sobre la periferia, próximos a zonas irregulares. En el interior, en cambio, asegura que “los expendedores tienen una vida más apacible porque la presencia policial rinde más y hay menos conflictos”.
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