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Juan Pablo Stuto, capacitador y consultor especializado en procesos de innovación, sostiene que el gran desafío no pasa solo por incorporar tecnología, sino por adaptarla a las personas y a la cultura organizacional de cada empresa.
“La inteligencia artificial avanza a pasos agigantados, pero no olvidemos algo fundamental: la tecnología debe adaptarse a las empresas y a las personas, no al revés”, advierte Juan Pablo Stuto, capacitador y consultor especializado en procesos de innovación. La reflexión cobra especial relevancia para las estaciones de servicio, un sector que combina tradición, alto nivel de regulación y una fuerte impronta de contacto directo con el consumidor. En este contexto, las herramientas digitales y la automatización pueden ser aliadas poderosas, pero siempre y cuando se integren en modelos de trabajo que potencien a los equipos humanos.
De acuerdo con el especialista, una de las tendencias más claras en materia de recursos humanos es la creación de salas de capacitación propias y el desarrollo de programas de formación personalizados, alineados con los objetivos profesionales de cada empleado. Lejos de ser un recurso secundario, se trata de una estrategia con impacto directo en la retención de talento, la productividad y la rentabilidad.
Los números lo respaldan: las organizaciones que implementan aprendizaje personalizado registran hasta un 50 por ciento más de retención de empleados frente a programas genéricos. Además, logran un 37 por ciento de aumento en productividad y niveles de engagement hasta un 50 por ciento superiores. En los procesos de incorporación de nuevos trabajadores, la diferencia es aún más marcada: un onboarding personalizado puede mejorar en un 82 por ciento la retención y elevar en más de un 70 por ciento la productividad inicial. “El 94 por ciento de los empleados permanecería más tiempo en una empresa que invierte en su desarrollo profesional. Ese es un dato que debería encender las alarmas de los dueños de estaciones de servicio, porque hablamos de un sector donde la rotación es un problema histórico”, explica Stuto.
La capacitación personalizada, en este sentido, no solo se presenta como una herramienta para reducir la alta rotación de personal, sino también como una vía para mejorar el clima laboral, fortalecer la cultura organizacional y, en definitiva, aumentar la rentabilidad. La clave, remarca el consultor, es concebir la inversión en formación no como un gasto, sino como una estrategia de largo plazo.
En las estaciones de servicio, la ecuación es clara: empleados más capacitados y motivados brindan un mejor servicio, lo que se traduce en clientes más satisfechos y recurrentes. A su vez, un equipo alineado con los objetivos del negocio es más proclive a adoptar nuevas tecnologías, desde sistemas de gestión automatizados hasta herramientas de marketing digital o soluciones de autoservicio. “Cuando la tecnología se adapta al potencial humano, las empresas no solo transforman resultados, transforman futuros”, resume Stuto.
La experiencia internacional confirma esta tendencia. En mercados más desarrollados, las compañías vinculadas al expendio de combustibles y tiendas de conveniencia han entendido que la formación continua es el motor de la innovación. La adaptación al cambio de matriz energética, la digitalización de medios de pago y el desarrollo de nuevos servicios asociados al punto de venta requieren trabajadores preparados, con habilidades que van mucho más allá del despacho tradicional de combustible.
En palabras de Stuto, “la IA, el big data y las plataformas digitales son instrumentos poderosos, pero nada de eso funciona si no se integra en una estrategia que tenga a las personas en el centro. El capital humano sigue siendo el motor de toda organización”.
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