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Modelos de negocios de cercanía, economía local y reconversión comercial marcan el rumbo de esta tendencia en alza.
Mientras las grandes marcas del combustible retraen inversiones en el interior del país, las “estaciones blancas” —aquellas que no operan bajo ninguna bandera petrolera— ganan terreno. Este fenómeno, en principio forzado por la necesidad de autonomía y mejores márgenes, se convirtió en un espacio fértil para el desarrollo de franquicias regionales, especialmente aquellas vinculadas al consumo cotidiano. La sinergia entre la estructura de una estación y las nuevas demandas del consumidor abrieron un abanico de posibilidades que va mucho más allá del despacho de combustible.
Locales gastronómicos, tiendas de conveniencia, servicios logísticos de última milla, lavaderos automáticos o casas de repuestos: estos son algunos de los rubros que ya comenzaron a operar bajo formato de franquicia en estaciones blancas del Litoral, el NOA y la región Centro. Para muchas marcas que nacieron en el interior, esta red dispersa pero en crecimiento se alzó como una vía concreta de expansión a bajo costo y con alto impacto.

Consultado por surtidores.com.ar, el especialista Fernando Leguizamón, presidente de la Asociación de Franquicias del Litoral, explicó que el fenómeno se está consolidando como un nuevo canal de ventas regional. “Estamos viendo un movimiento muy interesante de franquicias locales que se insertan en las estaciones blancas porque ahí encuentran un espacio con potencial comercial”, dijo.
El entrevistado agregó que este modelo de alianza también beneficia al estacionero, quien muchas veces busca diversificar su oferta para sostener su rentabilidad. “Para el operador de la estación se transformó en un negocio de cercanía, más dinámico, más ágil. Ya no solo vende combustible: ofrece café, comida rápida, productos locales o servicios útiles para la comunidad, de la mano de marcas que entiende, que conoce, que son parte de su misma lógica económica”, remarcó.
Está comprobado que este tipo de emprendimientos refuerzan el tejido económico local, ya que los franquiciados suelen ser vecinos del propio pueblo o ciudad. En ese sentido, la articulación entre estaciones y franquicias también genera empleo genuino y arraigo. “Estamos hablando de una herramienta concreta para fortalecer la economía regional desde abajo, con acuerdos que nacen de una necesidad mutua y se transforman en una oportunidad compartida”, indicó Leguizamón.
Las estaciones blancas, al no tener los compromisos comerciales que impone una petrolera tradicional, ofrecen más flexibilidad al momento de cerrar acuerdos con terceros. Esa autonomía, que al principio se percibía como una desventaja frente a las grandes marcas, se reveló como un punto a favor. “En muchos casos, los estacioneros eligen sumar un punto de venta de franquicias regionales antes que firmar un contrato de exclusividad, porque eso les permite mantener el control total de su negocio”, explicó Leguizamón.
Las franquicias también encuentran ventajas operativas: la mayoría de las estaciones cuentan con infraestructura disponible, ubicación estratégica y un flujo estable de clientes. Esto disminuye los costos iniciales y acelera el retorno de inversión, haciendo viable su desembarco en plazas donde no podrían afrontar el costo de un local tradicional.

Desde la mirada de Leguizamón, se está gestando una nueva lógica de negocios en el interior argentino, donde lo local vuelve a ser sinónimo de oportunidad. “En tiempos de concentración económica, las alianzas entre PyMES regionales y estaciones blancas permiten romper con el paradigma de dependencia de las grandes cadenas y construir modelos más resilientes”, analizó.
Finalmente, reconoció que este proceso marca un cambio cultural en la manera de pensar el futuro de las Estaciones de Servicio. “No hablamos solo de llenar el tanque, sino de reconfigurar el punto de contacto entre el cliente y su entorno. Las estaciones blancas pueden convertirse en verdaderos centros de servicio multiformato, impulsados por el emprendedurismo regional y la lógica colaborativa”, concluyó Leguizamón.
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