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El progresivo declive de los coches a nafta y gasoil fuerza a las Estaciones de Servicio a redefinir su modelo de negocio, que pasa necesariamente por adaptarse a la nueva movilidad eléctrica.
En Dal, a 55 kilómetros de Oslo, se encuentra la estación de servicio Circle K, una electrolinera con seis puntos de carga rápida capaces de llenar las baterías de un vehículo eléctrico en apenas diez minutos. Durante ese tiempo, los conductores pueden entrar en la tienda, hacer las últimas compras, degustar una ensalada fresca o algo tan exótico –en las carreteras noruegas– como un auténtico burrito.
La electrolinera de Dal es una de los 20 puntos de venta proyectados por Circle K en el Noruega, el país con mayor implantación de vehículos eléctricos de Europa –más de la mitad de los nuevos coches son de bajas emisiones– y el campo de pruebas de la firma canadiense de Estaciones de Servicio Couche-Tard para expandir su nuevo modelo de negocio por todo el mundo.
“Esto es una tendencia que va a seguir creciendo –explicó el director europeo de operaciones de Couche-Tard, Jacob Schram, en una entrevista-. Para nosotros lo importante es transformarnos con el mercado, como hemos hecho en muchas, muchas ocasiones durante los últimos cien años”.
Durante décadas las Estaciones de Servicio han dominado el paisaje de las carreteras de todo el mundo. Auténticos oasis donde los conductores podían llenar los tanques de sus sedientos motores antes de continuar el viaje.
Sin embargo, la progresiva adopción del vehículo eléctrico amenaza con trastocar el modelo de negocio que en todos estos años han desarrollado con la tranquilidad de saberse indispensables para el abastecimiento de combustibles. Según la Agencia Internacional de la Energía prevé que en 2030 el 30 por ciento de las ventas en Europa correspondan a vehículos de bajas emisiones.
En este marco las expendedoras perderán el monopolio del suministro de combustible. En la actualidad, el 95 por ciento de los conductores europeos recargan su coche en casa o en el trabajo, según un informe de la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente, y a los puntos privados se añadirán también otros en estacionamientos y establecimientos comerciales que competirán con las actuales estaciones en la oferta de acceso público.
En este contexto y aunque aun tienen una larga vida por delante, el futuro de las Estaciones de Servicio es incierto, y pasa necesariamente por su conversión en electrolineras. Los nuevos puntos de carga rápida son capaces de llenar las baterías al 80% en un intervalo que va de los treinta minutos hasta un mínimo de ocho minutos –dependiendo de la tecnología–, un tiempo de espera no muy superior a la media de cinco minutos que emplean ahora los conductores en abastecer sus vehículos.
Según un estudio del Consejo Internacional de Transporte Limpio (ICCT) reveló que la mitad de los usuarios de cargadores rápidos en Estaciones de Servicio tenían cargador en casa, y sin embargo optaron por éstos para llenar sus baterías para hacerlo en un menor espacio de tiempo, mientras realizaban compras en tiendas cercanas.
De ahí que las compañías entendieron que “proveer energía va a ser parte de un sistema, combinado con la venta de ropa o alimentación, que ya ofrecemos en nuestras estaciones”, explicó a la prensa Bob Dudley, director ejecutivo de BP, una de tantas petroleras que están dando el salto al servicio de recarga eléctrica.
“En estos momentos más gente para en nuestras estaciones a tomar un café que a poner nafta. Lo hace por las compras, por la comodidad de la tienda… Es un modelo de negocio diferente”, explica Dudley.
Fuente: Endesa
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