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Era de madrugada cuando una mujer se bajó de un taxi en dirección al playero haciendo preguntas incoherentes y con aspecto sospechoso. Terminó a los gritos, tirando los productos en góndola y con la amenaza de suicidarse y prender fuego el local. Fue capturada, gracias al accionar de la policía.
El empleado de la boca de expendio de Carlos Pinto, operador de un comercio de marca Petrobras ubicado en la ruta 7, arteria que une Neuquén con localidades que conducen hacia los yacimientos petrolíferos Loma la Lata y Rincón de los Sauces, en Vaca Muerta, también Gerente General de la Cámara de Expendedores de Río Negro y Neuquén (CECNERN), pasó quizás la peor noche de su vida desde que ingresó en la actividad.
Fueron momentos estresantes y difíciles, que parecían no tener fin. Según cuenta Pinto a surtidores.com.ar, la historia comenzó cuando una mujer de aproximadamente 40 años descendió de un taxi en plena madrugada. Ya al verla venir, el operario olía una situación extraña. Pero cuando se le acercó y comenzó a hacerle preguntas, confirmó que no se trataba de un cliente. Fue ahí cuando inventó una excusa para alejarse y llamar a la policía.
Al ver que se comunicaba telefónicamente, Pinto narra que “la mujer se volvió loca, cerró con llave, y empezó a decir que de ahí no salía, que si alguien la tocaba se iba a prender fuego. Agarró anticongelantes y se bañaba, creyendo que era explosivo, y después se tomó unos tragos de aditivos”.
Al rato, llegaron los efectivos de la policía, pero no lograron persuadirla. Y si bien Pinto autorizó que rompan el vidrio para evitar mayores desmanes al interior del mini-mercado, por cuestiones de protocolo se optó por llamar a una psicóloga, encargada de hacer la mediación. Tampoco hubo caso. Y por las dudas, ya estaban los bomberos y la ambulancia en el lugar.
“Después los policías forzaron la puerta y lograron entrar, pero no había forma de que se tranquilizara. Le inyectaron calmantes entre varios, se quedó dormida y la trasladaron al hospital de la zona, donde quedó internada”, reveló el empresario, ya más tranquilo.
Cara conocida
Pinto se mostró sorprendido por el acontecimiento. “Es una mujer conocida del pueblo, trabaja en un negocio. Después nos enteramos que se estaba tratando psicológicamente en el hospital local”, explicó.
El mal trago fue para el playero, quién Pinto lamenta que “quedó muy angustiado por la situación. Cuando lo ví me decía: “menos mal Don Carlos que no se metió adentro conmigo”.
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