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El negocio está concentrado en cinco marcas y todo indica que esta tendencia se va a profundizar en los próximos años por el avance de las refinerías hacia la integración vertical. ¿Hay competencia por bajar los precios? ¿Cómo influye a las estaciones de servicio?
YPF, Shell, AXION energy, Petrobras y Oil Combustibles, acaparan casi la totalidad de los despachos de naftas y gasoil en nuestro país. Sin dudas, esto afecta el juego de la libre competencia, como aspira todo mercado, y en consecuencia, al resto de los actores involucrados: los consumidores y expendedores minoristas.
Manuel García, presidente de la Asociación de Estaciones de Servicio Independientes (AESI) explica que esta condición oligopólica de la plaza local permite acuerdos tácitos para ubicar los valores en el surtidor, en el caso local en base a las referencias de YPF, y a la vez condiciones abusivas para las bocas de expendio, que no tienen otra alternativa que aceptarlas para permanecer en la actividad.
Si bien desde que empezó a comercializarse combustible en nuestro país las empresas que participaron fueron contadas con los dedos de la mano, el dirigente considera que la debacle “comenzó con la desregulación petrolera”. Y explica los motivos: “el sector de las estaciones quedó entrampado por los contratos que tenían plazos de hasta 15 años”.
Es que en ese entonces, durante la década de los 90, ser operador sin bandera era un buen negocio: “teníamos un margen de ganancia del 100 por ciento, comprábamos a 50 centavos de dólar a los distribuidores mayoristas y vendíamos el litro a más de un dólar”. Esto era posible por la convertibilidad, que establecía la paridad entre el peso nacional y la moneda norteamericana.
“No había estaciones para embanderar; ninguna marca iba a venir en ese contexto”, cuestionó García. En su opinión, entonces se tendría que haber dejado libre de acción a las Pymes minoristas, de manera que puedan elegir el proveedor con el que trabajar. “Se tendrían que haber caído los contratos de las 5.000 estaciones que había en ese momento”, insiste.
“Había intenciones de compañías de instalarse en nuestro país; yo participé de reuniones con Texaco”, sostiene García. Incluso recuerda que viajó en una comisión con dirigentes del sector a Londres para conversar sobre el tema con representantes de la British Petróleum, una de las firmas de mayor peso en el mundo.
En el contexto actual García no es optimista. Es que instalar una refinería cuesta no menos de 6.000 millones de dólares y el tiempo de recupero es muy extenso como para hacer semejante apuesta, sobre todo cuando las energías renovables empiezan a asomar la cabeza en países desarrollados como Alemania, España, Estados Unidos y China.
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