“Hemos entrado a un periodo de grandes cambios”, dijo Lawrence Burns, profesor de Ingeniería de la Universidad de Michigan, y el ex director de investigación y desarrollo de General Motors. “Es similar a lo que vimos a principios de la década de 1900”.
“Necesitas un auto, lo llamas en tu smartphone y en cuestión de minutos llega a tu ubicación. Es más como una cápsula con ruedas que un auto. Es más ligero y más eficiente en uso de combustible. Funciona con electricidad. No tiene conductor. Ni siquiera tiene un volante o un pedal de freno. Una computadora te conduce a tu destino; tal vez en un carril exclusivo”, señala el experto.
Gran parte de la tecnología ya está aquí. Google tiene un auto de conducción autónoma y predice que será comercial en unos cuantos años. Aplicaciones como Uber permiten llamar un auto desde un teléfono inteligente, y servicios como ZipCar ofrecen alquiler de vehículos con tarifas y tiempos que se adaptan a las necesidades del usuario.
La convergencia de todas estas modalidades es sólo cuestión de tiempo, y lo más probable es que ocurra donde hay una población grande para soportar una flota de vehículos errantes. Además, las velocidades más lentas de conducción en la ciudad tienden a facilitar la navegación automatizada.
El auto de Google
No tiene ni acelerador ni frenos, y mucho menos volante. No los necesita. Es controlado tan solo por una aplicación personalizada en el teléfono celular del propietario quien solo le introduce el destino y el auto lo conduce sin este recurrir a ninguna maniobra durante el viaje.
Pequeño, de aspecto futurista, con tan solo dos botones internos que sirven para el arranque y una posible parada de emergencia. Con una batería para 40 kilómetros, Google ha manifestado que el auto eléctrico más inteligente del mundo no es medio de transporte de lujo, sino de utilidad.