*Por Carlos Gold
El principal inconveniente radica en el escenario del congelamiento de precios. Un alicaído sector, que viene soportando los incrementos de costos desde antes del 1ro de Diciembre, fecha de la última actualización de precios (6 por ciento), sumado a la abrupta caída del consumo de combustibles como consecuencia a las medidas de restricción de circulación imperantes en la actualidad, presagian un panorama harto difícil y con consecuencias que pueden ser muy gravosas no solo para las Estaciones de Servicio sino también para los consumidores.
Se sabe que el principal costo de los combustibles es el petróleo. Ahora bien, fijar un valor de U$S 45 el barril, ¿Qué efecto inmediato tendrá en los precios? No esperemos una reducción en el surtidor. Por el contrario, el aumento del tipo de cambio, 10 por ciento en lo que va del año, los fletes y la inflación en general, seguramente ejercerán presión sobre los demás costos que las refinadoras, de no poder absorberlos, indudablemente lo harán impactar en sus políticas comerciales y es allí donde nuevamente aparecen en el horizonte los fantasmas del abastecimiento restringido, la cuotificación, los sobreprecios sobre volúmenes base y alguna que otra estrategia que las Estaciones de Servicio ya la padecieron generando incertidumbre a la hora de proyectar sus operaciones.
El otro gran interrogante que se desprende del Decreto, es como las productoras podrán sostener el nivel de actividad y producción registrado en el 2019. Pareciera una utopía con la actual contracción de la demanda; y si el objetivo es que para hacerlo el valor del barril debe ser más caro que el actual a nivel internacional – para poder cubrir los costos – no genera en un futuro cercano un impacto directo en el bolsillo de los consumidores que pagarán por el combustible un mayor valor que el que pagarían si se siguiera utilizando el Brent como referencia.
Sin duda que esto traerá vencedores y vencidos. En el primer grupo, los productores y las provincias hidrocarburíferas, que pretenden mantener dinamismo en la actividad y el cobro de regalías interesantes respectivamente. Pero mientras el consume no repunte, ¿Quién garantiza que esa producción no siga decayendo?
En el segundo grupo las refinadoras y las Estaciones de Servicio. Sin un sistema de actualización de precios previsible, cierto y dinámico, un barril de U$S 45 las coloca en un túnel cuyo final pueden ser perdidas estructurales con daños colaterales considerables.
*Carlos Gold, es Vicepresidente Primero de CECHA